Biografía (actualizada 2019)

Álvaro Hernando (Madrid, España, 1971) es maestro y licenciado en Antropología Social y Cultural (especializado en lingüística evolutiva y en los fenómenos de lenguas en contacto). Colabora como periodista en diferentes medios y, principalmente, dedica su tiempo a la docencia. Cuenta entre sus publicaciones con los poemarios Mantras para Bailar (2016) y Ex-Clavo (2018), Chicago Express (2019). También ha sido invitado a participar en publicaciones colegiadas, como la que rinde homenaje a Federico García Lorca, Poetas de Tierra y Luna. Homenaje a Federico García Lorca: Reedición de Poeta en Nueva York (2018). Ha participado en varias publicaciones colectivas de cuento, entre las que destaca el volumen Cuentos @ (2019), de Editorial Magma, Lenguas en Tránsito. Ha publicado poemas, ensayos, artículos y relatos en diferentes revistas de España y Estados Unidos. En la actualidad es delegado para EEUU de la revista de literatura especializada en Poesía Crátera, así como colaborador en distintos medios especializados dedicados a la literatura y a la docencia. En el año 2018 recibe el Premio Poesía en Abril, otorgado por la organización del Festival Internacional de Poesía de Chicago, donde vivió por varios años formando parte de la comunidad de escritores en español del Medio Oeste norteamericano. En la actualidad vive en Madrid, donde trabaja como asesor para el Ministerio de Educación y Formación Profesional.

sábado, 31 de diciembre de 2016

La despedida

La despedida

Dura la noche
se alarga, oscura, entre el brezo.
No consigue alcanzarnos aún
pero nos mira de cerca, deseándonos,
dura la noche, despegar del suelo
en un sueño profundo y trágico.

Dura ya de largo la noche
tantas lunas como cantos
se han perdido entre lobos.
Y no hay agua para este bautismo.
Me queda de ti tu dolor.

¿Recuerdas los abrazos?
Ahora todos crujen
y hacen de esta áspera sábana negra
un cuento insufrible
narrado del revés, sin final feliz.
Todo escrito en páginas de cera
fría y frágil, de vela negra,
cada palabra crepitante,
como de ira en la boca,
como dientes partiéndose
unos contra otros
rechinando antes de quebrarse.
Y no hay dolor para esta boca.
Me queda de ti tu silencio.

Así, dura, es esta noche,
tensa, atenazada, inflexible,
en manojo de cuchillos afilados
al punto ha de florecer en nuestros vientre
para siempre.
Y no hay color para esta estrepa.
Me queda de ti la herida eterna.

(por Álvaro Hernando, en La Herida Eterna)

Escabel

Escabel

El miedo en la mirada es escabel.

Toco mi reflejo, algo de barba,
rasgar de arrugas, la vista seca.
Abro la boca y lanzo mis ojos cerrados
al resonar de las palabras ahogadas,
allá dentro.

Es un olvido que me invade muy al fondo,
                                     en ese grito silencioso.

El miedo, escabel para el reposar
de rodillas temblorosas
de un infiel que ruega sin fe en el rezo.


No sé vivir. Busco un motivo.
Dejo los miedos como tarjetas de visita.
Y la enrolo en mi viaje sin rumbo,
por los temores, estaciones para un ferrocarril de siete gramos
                                      que lejos queda ya del parto.

El miedo, escabel que no da reposo
a las espaldas del futuro,
de un Atlas envenenado de estrellas y de versos.


Ella evita su reflejo, me mira
a mí, a través del mismo espejo.
No soporta el peso profundo de lo oscuro,
mi mirada y mi silencio.
Prefiere la mortaja ajena, la yacija cegadora,
como dormir en la luz de una hoguera.
Antes un solo paso acompañada
que un largo viaje en soledad.

Su mirada es escabel imprescindible
para los que miran sin ser vistos,
reflejados en otros ojos, en otros tiempos
                                     sobre los que  regresar del abismo.


Atávicas búsquedas, vivimos del miedo a mirarnos a los ojos.
Racionales,
                    escabeles, morimos de lo mismo.

jueves, 29 de diciembre de 2016

Dependiente

Dependiente

Todo huele a hogar

a casa
a prisa
no entiendo a Edgar
él habla poco español
todo es familiar
no entiendo nada.
Las Luces de la Ciudad 
siempre encendidas
es amable
me da un papel
disquisiciones
intento disimular mi excitación
amanezco de nuevo
como a los seis años
descubriéndome la sombra entre los pies
emocionado
CityLights
y Ginssberg
desnudos
los hombres
las mujeres
todos
y deseo fumar, como Bukowsky
picarme la cara de viruela
pisar mis principios hasta que entren por las 
estrechas 
fisuras de
mis convencidos principios.

Joder, cómo llueve
se me mojarán los libros
mi manuscrito
papel mojado
palabras mojadas
se desordenarán
unas hundiéndose
otras flotando
algunas ahogadas
otras devorando tiburones
otras disueltas en el 261 de Columbus Av
Quién quiere ser Kerouak
pudiendo fumarse las comas y los puntos
sin importarnos nada más que a él y a mí
a mí y para mi.

La Tsingtao está caliente
voy a preguntarte cómo te llamas
este trozo de sueño me está despertando
y tengo ganas de encontrarte
Edgar no sabe mucho español
y además se llama Michael
pero es dulce y paciente
y tiene amor por lo que hace
amor
mojándose
diluyéndose
entre clientes.



(Álvaro Hernando, en Chicago Express) 

lunes, 26 de diciembre de 2016

George Michael y 1989

George Michael y 1989.

Allá por 1989 realicé mi primeros programas de radio. El nombre del programa no lo escribo, que me da vergüenza. Tratábamos la actualidad de la NBA, y lo hacíamos realmente bien. No teníamos nada claro, éramos menores de edad y disfrutábamos de cada día como si fuera a ser el último. Esta música era la sintonía del programa, no me preguntéis por qué. Nunca he sido especialmente fan de George Michael, pero ahora que se ha muerto he sido consciente de algunas cosas. La primera, acabo de recordar que me compré el LP en el que publicó esta canción. La segunda, al ver los videos de George Michael me fijé, por primera vez, en lo guapo que podía llegar a ser un hombre, sin sentir pánico a que me apuntara un dedo intolerante tachándome de maricón. Tercero, he recordado que una de sus canciones marcaba el cierre del garito al que íbamos a ligar durante la adolescencia (canción: Last Christmas). Las chicas de entonces tenían buen gusto y criterio (como las de ahora) y pasaban bastante de nosotros, con lo cual, al ritmo del baile "forzadamente agarrao" de esta cancioncilla, plegábamos nuestras hombreras a lo Sony Crockett y Ricardo Tubbs y para casa. En enero de aquel año, no es de extrañar, yo era virgen y odiaba Last Christmas.
Año especial donde los haya, el 89. El PSOE ganaba, de nuevo, las elecciones. Sacaba por aquel entonces más de 8.000.000 de votos, si no me equivoco (qué tiempos aquellos). Fraga disolvía Alianza Popular (qué tiempos aquellos) y fundaba Ciudadanos. No, perdón, fundaba el Partido Popular, diseñando una estrategia que acabaría por conducir a su agrupación a la Moncloa. El muro de Berlín caía, preparándose un maravilloso panorama de libertad y apertura al mundo para los países del Este de una Europa que ya no existe. Era el fin de la oscura Europa comunista, en la que la U.R.S.S. se disolvería reconcentrándose en una Rusia que da más miedo que aquella especie de Imperio Rojo, y que, a día de hoy, ha conseguido poner una pica en la Casa Blanca.
Aquel año ganaba un Premio Ondas a la producción radiofónica el programa "La Bisagra". El Premio Ondas televisivo se le concedía al documental dedicado a la figura de Yoyes, un reportaje de aquel Documentos TV fundado unos años antes por mi poeta Miguel Veyrat . La liga de baloncesto la ganaba el Barcelona de Epi y la copa del rey la ganaba el Real Madrid de Petrovic. Un Real Madrid épico nos arrasaba a los atléticos (a los del Barca también) con una delantera llena de maravillosos matadores (¿se acuerdan de Hugo Sánchez?). Mi madre se recuperaba del todo de un brutal accidente de tráfico que en el 86 casi le cuesta la vida. Hubo suerte. Volvió a caminar sin problemas, que no sin dolores. Desde entonces, por el mismo percance, mi hermana Tote se convirtió en adulta, mi tía Pepa en anciana y mi padre decidió jubilarse.  
Se publicó la primera edición de Los pilares de la Tierra, de Ken Follet, en inglés. En España, el gremio de editores, a través de su representante, declaraba que "lo peor de la crisis ha pasado". Creo que aún resuena el eco de aquellas palabras en el sector editorial.
Juan Gelman publica "Carta a mi madre", libro que yo leería para inmediatamente dejar de pensar en publicar poesía. Jamás escribiría de aquella manera, desde las tripas, desde el dolor y la ausencia, con una calidad exquisita. Entonces leí sobre el horror de la Operación Cóndor y tuve pesadillas todo el año con ser atado y lanzado al mar desde un avión pilotado por militares. Ese año conversé con José Luis Sampedro por segunda vez en mi vida. Me abrazó la mano derecha con las suyas al despedirnos. Tenía las manos suaves y muy cálidas.
En música, Luis Cobos perpetraba Ópera Magna. Compré un vinilo en el Rastro de Madrid por 500 pesetas, Las Cantatas de Bach (Nikolas Harnoncourt). Me lo había recomendado mi amigo Luisfe. Lloré al escucharlo por primera vez. Lloraba al ver a Cobos en la televisión. Lloraba al escuchar a Bach. Aprendí que en esta vida se puede llorar por muy diferentes motivos, no teniendo todas las lágrimas el mismo significado (ni valor).
En primavera de este año tuve una cita con una mujer mayor que yo, en su casa. Me recibió vestida con lo que ahora sé que se llama picardías y con una bata corta de seda que nunca cerraba. Yo llevé Las flores del mal, de Baudelaire. Leí mucho, se durmió, no follé. Ahora somos amigos y a ella le sigue aburriendo la poesía.
Por Kosovo se empezaba a liar.
Decidí cosas importantes en la primavera del 89. Por ejemplo, que mi vestuario favorito, en adelante, se compondría de una camiseta blanca, vaqueros (Levis 501) y botines (discretos, de piel campera marrón, no tipo El Fary). En invierno, por el frío, me cambió el gusto y el criterio, decidiendo que usaría una cazadora de aviador de piel con cuello de borreguillo que sería sustituida por una cazadora vaquera en los días menos fríos.
También recuerdo haber pensado en comprar mi primera moto. Conservo alguna revista-catálogo de motocicletas de aquella época. Las tengo guardadas en mi carpeta de gomas, la secreta, junto con unos interviús que no sé si dirigía por aquél entonces Ignacio Fontes (no creo, es muy joven para ello). De vez en cuando también leía sus artículos, pero a escondidas, porque no quería que cualquiera pudiera pillarme con la revista en la mano. En aquel tiempo, entre mis amigos, no creo que nadie aceptara la posibilidad de tener un interviú entre las manos para leer (si acaso se leían los pies de las fotos de las mujeres en pelotas y se sujetaba, como mucho, como mucho, con una mano). Si me equivoco ya me corregirán el arquitecto técnico y excelente dibujante Oskar Alonso o el humanista, sociólogo y sabio cuidador de jardines, Miguel Angel Rodríguez Garcés .
En 1989 Fernando Martín, mítico jugador de baloncesto, se mataba en accidente de tráfico. Recuerdo también la fotografía del cadáver de un Ceausescu colgado, dictador rumano, al que habían fusilado. El video de su fusilamiento me resulto innecesario en las noticias. Comencé a ser consciente de lo odiosa que es la sensación de no contener las ganas de mirar algo que no es necesario mirar, para comprender lo que ha pasado, en toda su extrema violencia y brutalidad.
En el 89 Javier Montesinos Quinto estaba en tercero de primaria, en la clase de Don Ernesto (maestro muy majo, con muy mala hostia, pero siempre con una buena excusa para tenerla). En su clase cuidaban de un canario amarillo. El alumno con más positivos se llevaba el pájaro a casa y lo cuidaba como premio. Javier ganaba positivos, pero nunca se llevó el pájaro a casa. Tampoco le gusta demasiado la poesía. ¿Tendrá este rechazo por la poesía alguna relación con Baudelaire, o con no haber cuidado de un pájaro amarillo? Ahora Javier es uno de mis mejores amigos. Nunca se despeina. Parece un Click de Famóbil. Muchos grandes amigos de ahora no existían entonces. El canario amarillo de Don Ernesto murió hace ya mucho tiempo.
Yo terminé en junio el instituto y en septiembre comencé la carrera de Ciencias Físicas.
En la universidad conocí a Marta García S. y me enamoré como nunca lo había hecho. Ella era extremadamente inteligente, despreocupadamente osada y atractiva hasta lo arrebatador. Liaba sus cigarrillos sin añadir nada, lo que me sorprendía mucho. Los únicos a los que conocía que se liaran los cigarros solían añadir bastante costo a los mismos. Poyatos y Yáñez eran los repetidores del instituto y nos convencieron para probar suerte jugando al rugby con ellos, porque necesitaban jugadores, así que acabé entrenando con el Teka de Alcobendas, un equipo que jugaba en división de Honor. Duré un par de meses, lo que restaba de temporada. No llegué a jugar ningún partido. En las idas y venidas de los entrenamientos Yáñez conducía y se reía sin motivo, y Poyatos liaba porros a una mano y se los pasaba encendidos al resto del personal en el coche. No fumé, pero en una época en la que las ventanillas no tenían elevalunas eléctricos, descubrí que uno puede reír sin motivo, aunque lo que ocurra alrededor sea triste o incomprensible.
Con el dinero de los primeros ingresos (poniendo copas, sacando pasta en algún concurso literario del instituto,  o posando para aprendices de Bellas Artes) me acostumbré a ir al cine a solas, casi todas las semanas. Recuerdo querer ser un Indiana Jones descolgándome de un tanque en el último momento, o un asesino chino a sueldo, o abominar Mi pie izquierdo (no por la historia de la película, sino por el miedo que me daba ser tetrapléjico). En diciembre de ese año alcancé 89 centímetros en el test de salto vertical. Podía saltar por encima de cualquiera con un poco de carrerilla y apoyando mis manos sobre sus hombros. Casi sentía que volaba, tanto cuando saltaba, como cuando estaba con Marta García S.
En 1989 escuché por primera vez la expresión "familia desestructurada". Los periódicos contaban la historia de tres adolescentes, de 14 y 15 años, cuyos cadáveres se encontraron en condiciones macabras. Que si un pie por allá y dos cuerpos por acá, que si una sierra mecánica, que si unas familias desestructuradas y unas muertes por consumo de un cóctel de drogas y alcohol (¡A los 14!). De nuevo imágenes innecesarias en mi cabeza. Un pensamiento en el coche de Yáñez: mejor no ser de familia desestructurada, sobre todo si hay sierras eléctricas cerca de las muñecas y o tobillos.
El rugby no era lo mío y lo dejé, pasivo y medio colocado.
Mi amigo Agustin Jimenez comenzaba a demostrarnos a todos que su talento interpretativo no era una anécdota del instituto. Poco después consiguió ingresar en la RESAD, superando las exigentes pruebas de acceso.
En febrero del 89 necesito dinero y escribo un cuento corto con el fondo en la emigración del campo a la ciudad. Lo hago a máquina, con una Olivetti Lexicon 80 prestada por una profesora enrollada del departamento de inglés, y uso papel de calco para hacer las tres copias que necesito entregar. Escribo la historia en menos de dos horas, haciendo pellas de otras clases.  Argumento: la feliz vida de un muchacho en el pueblo se va apagando. Se le niega el futuro al protagonista de mi historia. Traicionado por su amor adolescente, lo abandona todo para irse a la ciudad. No recuerdo el título de la historia, ni recuerdo si guardo copia. Entrego el trabajo en el último segundo. Gano las 2.500 pesetas del primer premio.
Me gasto 500 pesetas en un disco de música clásica que me hará llorar de emoción (a escondidas, como con el Interviú) y con el resto del dinero voy dándome pequeños caprichos. Por ejemplo, compro una caja de condones por si Marta García S. decide dejar a su novio y no hacerme la cobra en el enésimo intento de besarla. Abriría la caja de preservativos en la Nochevieja de ese año, consumiendo dos. No recuerdo cuántos entraban en la caja, tampoco la marca. Recuerdo que, en la farmacia del barrio siguiente al mío, al comprar los condones, me pareció que aquellas señoras conocían a mi madre de toda la vida.
Mario Villuendas Panarelli estudiaba en el mismo instituto que yo y vivía en el mismo bloque,  en el séptimo A. Me invitaba a acompañarle mientras practicaba. Toca el violoncello. Él estudiaba la suite N. 1 de Bach mientras yo usaba una máquina de hidráulicos que imita el remo. Cuando él toca, en aquél 89, yo cierro los ojos e imagino que estoy remando en un lago de Alemania. Mario es un gran violonchelista que trabaja, con su esposa violinista, en la Orquesta de Cámara de Bruselas.
Como empiezo a echar algo de cuerpo me atrevo a invitar a Marta García S. a la fiesta de fin de año que organizan los de la pandilla de Paco Viseras y Juan Vicente Castellanos. Paco se parece a Lou Diamond Philips y Vicente es el tipo más noble que yo conozco en aquella época. Le respeto, pero no por su nobleza, sino porque en aquellos días él tiene voz grave y profunda, y los demás la tenemos de "por hacer". Ellos también iban en el coche de Yáñez a los entrenamientos de rugby.
En ese año leo El nombre de la rosa. A falta de un par de páginas para su desenlace, Oscar Alonso comete un deleznable acto de indiscreción (lo que viene a ser un spoiler) y me cuenta el final, por hacer una gracia. Por primera vez corro detrás de una persona con la intención de pegarle. Por suerte tropiezo, me jodo las rodillas y mis Levis 501 nuevos, por las rodilleras -es casualidad-, y no le alcanzo. De lo acaecido surgen dos cosas buenas: Óscar me sacaba dos cabezas y había sido portero de las categorías inferiores del Real Madrid, mejor no alcanzarle por aquel entonces. Lo segundo: se pone de moda vestir como George Michael. Mis pantalones rotos triunfarán en una fiesta de fin de año a la que Marta García S. no acudirá portener que  ir a perder la virginidad con su novio de toda la vida.
En esa fiesta, un tipo veinte años mayor que yo se pone un condon como gorro, desenvolviéndolo hasta cubrirse la nariz con el látex. Toma aire por la boca y lo suelta por la nariz, hinchando el condón hasta que revienta. La gente le jalea. A mí me hace gracia y le pido que me enseñe. Estreno la caja de condones. Le doy uno a él y yo uso otro. La operación es un éxito. Regreso por la mañana a mi casa, aclamado, eufórico y borracho. Me encuentro a mi padre en la cocina, desayunando sopa de ajo. Al despertarme, bien entrada la noche de ese día, mi padre ha encontrado la caja de condones y me pide que los guarde con mayor discreción, fuera de la vista de mi madre. Me recomienda que evite  el escondite de los Interviús, conocido por todos, siendo éste un tema evitado en la mesa, por no darme un disgusto. Cualquiera le explica que los interviús tienen artículos interesantes y bien escritos. Cualquiera le explica que sé explotar condones usando la nariz.
Hasta junio del año siguiente no vuelvo a usar un condón. En esta ocasión me lo daría una mujer.
George Michael ha muerto a los 51 años mientras yo estoy pasando el día de Navidad en Nueva Orleans.
Ni siquiera sé si todas estas cosas ocurrieron en 1989.
Algunas cosas no sé si llegaron a ocurrir.
Tengo la sensación de que, de niño, George Michael sacaba muchos positivos y hubiera cuidado muchas veces del canario de Don Ernesto.
Termino de escribir esto mientras escucho "Faith", de George Michael.
Los canarios macho viven en torno a los diez años.


https://m.youtube.com/watch?list=RDlu3VTngm1F0&params=OAFIAVgB&v=lu3VTngm1F0&mode=NORMAL



sábado, 24 de diciembre de 2016

No guardes nada

No guardes nada


Nos guardamos la vida
para tiempos más propicios.

Nos guardamos la lluvia
para otras primaveras.

Nos guardamos los dedos
para otras caricias.

Conservamos los segundos
para otras horas perdidas.


Y entonces el Sol cae sobre la Luna
y la Luna sobre el Mar,
y todo el negro que hay guardado en el gris de nuestros días
se libera en una luz intensa, ardiente y verdadera.
Y se acaba la vida,
y la lluvia y las caricias.

Y todas las horas se encuentran al fin.
 Las horas sin nombre son voz.



(Álvaro Hernando, en La Herida Eterna.)

domingo, 18 de diciembre de 2016

Since I

Since I

since I remember, you will be gone
all things will break down
the Sun will point our shapes and cut our shadows
the seconds will take part of our days
our breaths will need clear sights on foul eyes
all will be explained by those who won the fight
everything will be vanished vanity


since I remember, I forgot and stayed.



(Álvaro Hernando, en Chicago Express)




viernes, 16 de diciembre de 2016

Sin raíz el tiempo

Sin raíz el tiempo

Piso el crujido blanco
y me detengo sobre el silencio.
Alzo mi pie como a un bebé cadáver
y miro la huella.

Acerco mi nariz al suelo frígido.
Huele a platanero en otoño
y al amigo difunto,
al amor perdido,
al año pasado.

Si acaricio con la lengua:
gusto a amarillo,
sabor a olvido,
ardor helado
y un dolor seco.

Bajo la mirada,
bajo la pisada,
bajo la vida,
bajo el tiempo roto,
hay brote de pasado muerto.

Grita de prisa la raíz del tiempo.

(Álvaro Hernando, en La Herida Eterna, dedicado a Marta Frattarola.)






miércoles, 14 de diciembre de 2016

Blog de Álvaro Valverde: Pardo dixit

Pardo dixit, por Álvaro Valverde. De nuevo información relevante y pertinente.



Blog de Álvaro Valverde: Pardo dixit: EFE Antonio Lucas  conversa  para El Mundo con José Luis Pardo, último premio Anagrama de Ensayo por su libro  Estudios del malestar ....

lunes, 12 de diciembre de 2016

Puentes de papel: WISLAWA SZIMBORSKA. SENCILLEZ

Un excelente retrato de Szymborska, por José Luis Morante Martín.



Puentes de papel: WISLAWA SZIMBORSKA. SENCILLEZ: Wislawa Szimborska (1923-2012) WISLAWA SZYMBORSKA. DESDE AQUÍ .    En la gelidez de la mañana en la sierra abulense - Gredos en l...

martes, 6 de diciembre de 2016

Tractatus





Tractatus

Tú y la vida son una sola cosa
                                 todo lo que es amable, es posible

Eres el microcosmos,
el perfecto equilibrio
                                entre dos órbitas inestables
que sólo son visibles
                                desde la más meridiana oscuridad.

Y todo porque la verdad podría cambiar
                                             al roce de nuestros dedos.

Dormir el dolor, morir, no sin antes
                                                        comprenderlo todo
en un simple gesto de amor.

(Álvaro Hernando, en La Herida Eterna)

Calles perdidas

Calles perdidas

Mis palabras son calles
de direcciones cambiantes
enmarañados cruces
atestados parques.

Mis palabras son ciudad vieja
aldea humilde
pequeña plaza en una villa olvidada
y suerte de suburbano enhebrado en el alma de Chicago.

Mis palabras son pocas,
hermanas de mis hermanos,
susurros para iniciados
y gritos para los ausentes.

Amo los laberintos del lenguaje
en los que transitamos
para encontrarnos
los que vivimos perdidos.

(Álvaro Hernando, en Chicago Express)


Imagen: Metamorphose, Maurits Cornelis Escher 

Palabras perdidas


Palabras perdidas

Soy uno de esos poetas
que escribe palabras perdidas
en las que no hay sentido
ni belleza.

Pero puedo decirte algo
de todos los espejos
de todos los reflejos
este es el único cierto.

Soy uno de esos poetas
que no recordarás
pero al que amarás
como hombre que buscó lo verdadero.

(Álvaro Hernando, en La Herida Eterna)

Pez globo japonés

Tuve la oportunidad de ser un pez invisible
venenoso y olvidado por la luz
y el aire
y dediqué todo mi tiempo
a luchar contra la corriente
haciendo del veneno belleza
y trampa efímera.




miércoles, 30 de noviembre de 2016

hoy he soñado

Hoy he soñado que Estela se casaba en Caldes... Y yo buscaba desesperadamente vestido y zapatos. Tenía unos negros, pero uno distinto para cada pie. Me lo he tomado como algo gracioso y se lo he dicho: "Oye, la próxima vez que decidas casarte, avisa con más tiempo". Y ella me ha contestado que la última vez que que alguien soñó con du boda fue su hermana... Pocos días antes de morir.

La muerte llama a la vida. 
Nunca, la muerte, se repite,
se ronda a sí misma 
en líneas rectas
no se encuentra
final y ocaso alcanzados en certeza oscura
sin más conexión con nacer
que la línea sin curvas, ni verbos,
muerte que no es 
ni cóncava
ni convexa.
Lamento tu dolor.

Lo sé
Y lamento la ausencia que queda entre mi llegada y su marcha.

Zapatos negros que no casan
uno más pequeño,
otro más claro
desentonados
desatados
descartadas las nuevas huellas
nuevos trazos
y vestido transparente
de colores grises
apagados.


No ha sido un sueño triste.

No
La vida ignora a la muerte.
Siempre, la vida, se renace,
se esquiva a sí misma
en lineas curvas
sonrisa y sufrimiento dados de la mano
por cordón umbilical unida a un olvido constante
con un hilo de oro fundido encastrando recuerdos
tan brillantes
tan preciados.

La vida, 
dibujar de estelas, 
navegar de nubes
tormentas de arena
mares de sal, o de miel
o acelerar en vía muerta.


martes, 29 de noviembre de 2016

Muchacho muerto



Muchacho muerto


Y cada día te espero, mostrándote el rostro de mis manos

cubiertas de vacío y de sarmientos grises;
secas, secas, secas
plenas de recuerdo de madre.

Hay dolor en mi pecho de loba

atravesado por los clavos que nacieron oxidados.
Puntas, agujas leyendo el surco de la vida, 
haciendo sonar el delicado y ronco disco de pizarra.

Son melodías de niño, canciones de cuna

himnos de joven que busca ser hombre, 
salvas, salvas, salvas,
ensordecedoras del silencio roto.

La soledad, cuando nos llegue, 

será porque quiera oír nuestra historia,
ver nuestra luz y alimentarse del fuego sagrado
que mi vientre liberó más allá de mi tiempo.

Triste luz, la que no quema, exenta de llama,

ni grita al corazón de las naciones en guerra,
sordas, sordas, sordas,
al dolor de la ausencia del abrazo.

El hijo ausente regresa cada noche al vientre de la madre.



(Álvaro Hernando, Muchacho muerto, en La Herida Eterna.)

Mi piel fría

Mi piel fría.

Mi piel brilla, y albar se pliega 
sobre el espejo cóncavo y convexo, 
tu sexo, a salvo del reloj roto
y del recuerdo del hijo muerto. 
Y todo se anuda a un recuerdo, 
la sábana y otra piel, mirlo desplumado 
en abrazo desnudo, el cuervo muerto. 
¡Qué fría mi piel, suave! ¡Y
qué difícil no ser piedra! Poco a poco,
alejada de la hoguera, del grito del fuego.
Piedra suspendida en hielo, abrazada
por un silencio que no roza suelo.
Mis pies tocan la sombra por la piel. 
Voy a ser fría piel, sabor de cande
bajo el vestido, sobre tu cuerpo.
Piel relajada y suave 
se rasga el encáustico velo, 
ondea a la tormenta del tiempo. 

(Álvaro Hernando, en La Herida Eterna)

sábado, 26 de noviembre de 2016

Silencio

Silencio


Es un nudo en tu boca, el silencio:
crepita sin aire y se ahoga,
una palabra seca, que gime,
y hace ceniza en el cuello.

No escuchamos el vacío
tragamos el hueco
y el silencio sobrevive al tiempo,
como ciempiés rusiente
sin rebosadero, sin ser fuego ni humo,
y huye por la garganta incandescente
hacia donde no le vemos.

Y entonces habita en el pecho,
haciendo del cuerpo una palabra
y otra palabra, y otra.
Encorvadas palabras,
apocadas, musitadas
encogidas o estiradas,
palabras caminantes
palabras paradas,
susurradas desde el ahogo.

Con el silencio atado al cuello
el cuerpo grita, canta, recita,
gimotea, mientras salta,
de silencio en silencio.

Desafina, el silencio, trémulo.
La cuerda que atraviesa esa garganta,
la soga seca, anudada, rasposa
se hace nudo corredizo
para raspar un recuerdo.

Y entonces sólo queda ruido en nuestra callada soledad.

Y no hacer del silencio confesión callada,
ni condena,
ni perdón.

Hay un juez sordo a un silencio cansado,
fiscal y defensor del recuerdo y del olvido,
que condena y testifica por una culpa liberada a gritos
y cuenta una victoria cantada entre lamentos.

No es tiempo de lágrimas calladas para el silencio.
Que grite.
Que entre el próximo silencio perdido.
Que sigan cayendo las ramas sin ruido.


(Silencio, Álvaro Hernando, en La Herida Eterna)

viernes, 25 de noviembre de 2016

Blog de Álvaro Valverde: Poesía en femenino

Blog de Álvaro Valverde: Poesía en femenino: "Lo siento, pero creo que la poesía femenina en España no está a la altura de la otra, de la masculina, digamos, aunque tampoco es...

Enunciado

Enunciado



Lo de afirmar está sobretasado y prácticamente limitado


a una nube virtual piroplástica


consumidora de todo y a una mayor velocidad

                                       de a la que fue creado.




Años de placas tectónicas en fricción,


                      migrando, bajo la tapa de los sesos.


Ideas, pues, orgánicas, parte turba y parte esencia inflamable


                                  comburente para un fuego extinto antes del baile de la llama.



(Enunciado, en Ex-Clavo, Álvaro Hernando, 2016)



Piroplástica, palabra inexistente, salvo desde hoy, en tu retina.Pyros: Prefijo procedente del griego, por, pyros, que significa fuego. Plástica-o: del lat. plastĭcus, y este del gr. πλαστικός plastikós; la forma f., del lat. tardío plastĭca, y este del gr. πλαστική plastikḗ.

jueves, 24 de noviembre de 2016

Mantra XIX

Mantra: hay que bailar más.

Con el amanecer haciendo escarcha,
o con el tiempo congelándose,
aun con las palabras secas,
o bajo gritos afilados,
como quiera que el mundo hiele,
si lo tienes que abrasar, que sea danzando.


martes, 22 de noviembre de 2016

MUSHKUM - Sentitzen naizelako. HD

Esta es la música, bonita, del trabajo de mi amiga Juncal Altzugarai y de sus compañeros de grupo, MUSHKUM. Parece que a principio de año saldrá el disco en el que cantan una versión de uno de mis poemas. Un orgullo. Qué bonito.



lunes, 21 de noviembre de 2016

Directions on the dark, Álvaro Hernando. Music: JOANNA CONNOR - Fly Away

Directions on the dark 





 Pick a small piece of lighting life, by the skin between lips, and create a map of present time with it. After all, wrap it up with other memories and share it with your own soul.
That's the recipe for a life plenty of blues.







Álvaro Hernando





 
 

Cosmos

Cosmos

Los cuerpos vacíos se tocan 
se reconocen las cicatrices y las cuentan
y dibujan el mapa de estrellas que iluminan 
lo que no es ausencia
lo que es Cosmos.

Álvaro Hernando
Imagen: Juncal Altzugarai


sábado, 19 de noviembre de 2016

Huir del ruido.

Huir del ruido.

Huir del ruido es sencillo:
sal de la boca en que habitas,
que te viste desde niña,
y talla un camino en un grito.

Escapa al silencio del fuego,
camina sobre los filos ardientes
de palabras mal paridas;
mantén dormido al hombre primitivo
que ríe y llora, sin nombre,
ni razón.

Es un sacrificio, huir de la escultura
labrada con una lengua áspera,
u oír en susurro un nombre olvidado
que atraviesa, dándonos, la espalda
nuestro pensamiento.

Huir del ruido es silencio.

Huir del ruido es olvido.

(Álvaro Hernando, en La Herida Eterna, 2013)




Fotomontaje: Grete Stern, perteneciente a la serie "Sueños", por encargo de la revista Idilios. 1948-1951. Imagen 288 x 382.


Hace algún tiempo recibí un encargo de un amigo, Ander España, que me pedía compartir alguna obra de Grete Stern. Aquí está, Ander. Lamento el despiste.

viernes, 18 de noviembre de 2016

La vida

LA VIDA


Es una cara de niña
y una mirada diluida en el tiempo;
y son surcos, trazados por lágrimas,
afiladas,
que terminan por dar forma al rostro del hombre.

Y durante el camino:
la amistad, el amor y la familia.


A.H.


Dedicado a Juncal Altzugarai Zurimendi
Woodstock, Illinois, USA.
17 de noviembre, 2016

miércoles, 9 de noviembre de 2016

No daña el que quiere, sino quien puede

No daña quien quiere, sino quien puede, es una de esas frases que me han acompañado intermitentemente durante algunos momentos de la vida. Suele asomar su presencia en boca de alguien cercano, preocupado por algún episodio en el que me haya encontrado, dolorido, perplejo por el desprecio o el rechazo de otra persona a la que de alguna manera admiraba. Son esos momentos en los que la decepción toma en nosotros la forma de un pequeño e intenso incendio interior. Es una frase casi atmosférica, no daña quien quiere, sino quien puede, que lo envuelve todo de esos pequeños caos en los que nos falta el oxígeno y en los que algo en nuestro interior arde con dignidad.
Es una frase densa, pesada, que no flota en nuestro cosmos ni cae justo en el momento del incendio, a modo de agradecida lluvia que apague la llama en el bosque, y que, por contra, nos suele llegar, ambivalente, como un manto pesado que queda colocado sobre nuestros hombros y no abriga demasiado. Ni siquiera transpira.
A primera vista es una especie de lamento por el otro, aquél que nos hizo sentir mal, como una suerte de epitafio a su memoria. Esto es lo que queremos creer, pero, ¿es cierto?
La frase nos llega como un arpón. Quien nos la dice nos atraviesa con el calambre de la clarividencia, haciéndonos ver que alguien, a quien sentimos cerca, no debería de pertenecer a nuestro mundo íntimo. Uno se siente iluminado y pescado a la vez con sólo escucharla en labios de un confidente. 
Nos aconsejan aprender: aléjate de quien te dañe, incluyendo a aquellos que confunden la sinceridad con la soberbia. Yo no sé reconocer a esos quienes, probablemente porque me dejo deslumbrar por cosas absurdas, como el éxito, la inteligencia, o la belleza. Espero que tú, que lees esto y que seguro sabrías decirme con la mayor de las enterezas que “no daña quien quiere, sino quien puede”, tengas la visión y la honestidad que a mí me faltan. 
Yo, por mi parte, seguiré cometiendo los mismos errores. 
Hay cierta musicalidad hipnótica en estas palabras sentenciosas. Me siento irremediablemente atraído por los cantos de sirena. Creo que me quedo en el lugar en el que continúa el baile, a riesgo de que por fin el fuego termine por apagarse. 
Por favor, traicionadme entonces con severa dulzura. Poneos en disposición de poder dañarme.

lunes, 7 de noviembre de 2016

Divagaciones de un suicida confeso

Divagaciones de un suicida confeso

Para comprender la vida hay que comprender la muerte.

Recuerda haber olvidado la razón para vivir y que la confusión es una luz recién apagada que aún quema en los ojos. Quizá por eso, como lo es una fotografía ahogada en la oscuridad, es una confusión bella, evocadora de un camino de salvación cuyo último paso se da al vacío. Está ahí, la salida, al fondo del pasillo oscuro, levemente iluminada, diciéndole dónde ha de mirar. Pero no ve. Aún así sabe que la luz está ahí, lejos, en alguna parte, en el mismo lugar que la belleza, reflejada sobre la cuchilla.

El cansancio
el cansancio infinito
lasitud prestada,
falsa luz reflejada en el filo 
y en la cuchilla de la certeza:
las raíces están secas 
bajo nuestro tronco compartido. 

(en Poemario III, Álvaro Hernando)

miércoles, 2 de noviembre de 2016

El Buscador

El Buscador

rAquel me abrazó los pedazos
-arredrados en la sal-

con forma de sonrisa hueca
nos unimos con alambre de espino

Una maldición, sacarme del infierno,
para hacer de mí tu leve zorro enamorado

que arde entre espinas y lloros.


Yo, dócil, me rebelo, muerdo tu mano enamorada,
te devuelvo el dolor del tiempo no encontrado.

No encuentro la palabra de seis letras
- y borro tu capítulo al completo.

El Buscador, Álvaro Hernando



El 26 de abril de 2012 una casa de subastas parisiense hace público que se han encontrado varias páginas inéditas que Antoine de Saint-Exupéry no incluye en el cuento de El Principito. En ellas ocurren varias cosas que nunca fueron añadidas a la historia. Una de ellas es un encuentro entre el protagonista y un hombre, el primero que encuentra en su visita a la Tierra. Este hombre se dedica a buscar una palabra de seis letras que significa "gargarismo". La solución al enigma no se encuentra en estas páginas. Esta páginas no se encuentran en el relato final.


-yo te gusto -continuó ella-, por el motivo que ya te he dicho: he roto tu soledad, te he recogido precisamente ante la puerta del infierno y te he despertado de nuevo. Pero quiero de ti más, mucho más. Quiero hacer que te enamores de mí.
El lobo estepario - H. Hesse.