Arena
me abrigo con una duda
¿cómo será entonces?
Veré ancianos por las calles,
sentiré la vida dentro; Canto.
Silencios, hablaré, para vosotros,
de latidos, ecos como enjambres,
recogidos en afectos que os impregnan,
polen, miel, pétalos y soles.
Danza en libar la vida.
Cantarán, zumbando, himnos, canciones,
palabras bellas y huecas, con olores, recodos,
tacto y paños de vivos colores,
que resuenen en tu pregunta.
¿Quién fue? ¿Cuándo me conoció? ¿Cómo lo sabe?
Tendré apremio por tus ojos;
nada de leer en ellos tus desasosiegos o emociones.
No quizá, marea plena al pensarlo,
al no verte, en resaca.
No ver tus recuerdos, piel, piensa, labios en un beso.
Como del adolescente, más forzado que robado.
Como del inocente, menos complaciente que deseado.
Las palabras. Mi tarjeta de visita.
Quedarán en el hallarse atado,
epitafio, por recuerdos a la forma
de hinchar por versos mis costillas.
Por versos, no por aire.
¿Cómo será?
¿Cómo me recordarás?
Será un ritual: El miedo de nuevo en la pena.
Penar por temer al miedo.
El olvido es la mejor manera de morir abrazado por la paz de los cobardes.
Me recordarás.
¿Cómo será cuando haya muerto?
No me recuerdes, yo sólo quiero inspirarte.
No me busques, no me halages.
Solo trata de libarme.
No me ames, no me espíes.
Mírame a los ojos, vive, no trates de seguir mis pasos.
Busca caminos más duros, busca,
sí, estaré muerto.
Estaré en tus palabras, las mudas,
las nacidas al mirarme.