que me embiste con la cara,
que me mira
con las palmas de las manos,
ojos de noche,
ira en el viento;
con arena en la mirada
y una hiedra por el pecho
y un perro que ladra sangrando
y el tiempo que se me para.
Hoy tengo un toro de piedra
que llora carreras de hormigas,
y un eco que no escucha, ni habla.
Hoy tengo la testa de piedra
a la espera de un recuerdo,
de una palabra vedada,
y de un cazador de hielo
que nos quiebre al congelarse
y que muera sobre el lobo
que nos ha mordido el alma.