No quieren saber nada de tahalí, rusiente, kintsugi o tegumento.
Son tan ellas, tan llanas, tan de todo el mundo, que no entienden de inmensas minorías, ni de amores, ni banderas, ni otras suertes.
Nada que ver con brújula, península, océano u homérico, siempre tan diligentes, a mi rescate, luz de faro en plena tormenta mediocre.
Necesito con urgencia volver al papel, al tintero y al fuego. De otro modo la poesía llana amenaza con tomarme del discurso y construirme una experiencia por cada verso desprendido de la misma carne que nos rima cara a cara.
Echo de menos la música de la calle en mis poemas esdrújulos.