Tener dudas frente al espejo, tener dudas durante la caída libre, tener dudas antes de dudar, porque somos, ante todo, una evidencia basada en otras dudas. En realidad, estando solos entre dos citas ineludibles, somos dudas encadenadas.
Y entre ambos momentos nos traicionaremos, amaremos, abandonaremos y, esperanzados, nos seguiremos hasta un abismo negro mucho antes que hacia el sendero claro. A las dudas les sientan bien la oscuridad y la pérdida.
No esperes que en la oscuridad y en la duda te rescate una esperanza diferente a la tuya propia. Será una imagen, nacida de una luz interna, que puede que nunca hayas visto anteriormente, y que iluminará leve y suficientemente tu vida, como para impulsarte hacia alguna de nuestras grandes certezas: amar, traicionar, abandonar, olvidar.
Es como si nuestra existencia se midiera por la intensidad de la duda y por la inexorable fuga de la misma, camino de la Gran Certeza.
Sobre el tiempo quedará el tiempo, sobre el sexo la soledad y el vacío. Sobre el recuerdo quedará el olvido, y sobre la vida la muerte.
Todos nos disipamos desde la duda a la inevitable certeza.