Descubro tantas miradas encogidas,
bullendo en una cazuela que hierve,
tantos cuentos con necesaria moraleja
prevista desde el érase una vez,
y tantas manos que no se atreven
a acariciar la superficie del mar,
que ya no distingo en este vagón
el desasosiego del sueño perdido.
Me agarro a una mano, a cualquiera,
y cierro los ojos, muy fuerte:
"Por favor, tengan cuidado para no introducir el pie entre la vida y el andén."
Susurradme algo de fiebre que me ayude a volver a mi estación.
Aquí, en el suburbano, he encontrado mi cuna.
(Álvaro Hernando, en Chicago Express)
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