Umbrales
Nos hemos dedicado a fornicar en los umbrales de Benedetti
simplemente porque ni yo tenía hogar, ni tú tenías calle.
Y nos quedamos siempre a las puertas de llevar la vida a tu salón o a mi plaza.
Y entre penumbras y sombras, y entre luces y rayos del día
así fuimos descubriendo que de una piel se puede hacer una salida y de un umbral un mundo.
El umbral se camina infinito, por no dejar la estancia vacía,
por no discutirle al cansancio con arrepentidas palabras-esperanza.
Y nos hacemos del pasado un bello collar de piedras falsas, brillo y dureza.
Y entre recuerdos exóticos se estrangula el aire peregrino respirado;
así somos dos bellos irreconocibles, que de la esperanza hicieron ancla y del vacío abrigo.
Y queda la salida,
pero siempre habita en un pretérito,
como a un umbral del primer paso.
Y tenemos el celo eterno,
papel de colores cosido al olvido,
que bien arde, la llama rozando al gris recuerdo.
(Álvaro Hernando, en Geografía del alma)
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