Biografía (actualizada 2019)

Álvaro Hernando (Madrid, España, 1971) es maestro y licenciado en Antropología Social y Cultural (especializado en lingüística evolutiva y en los fenómenos de lenguas en contacto). Colabora como periodista en diferentes medios y, principalmente, dedica su tiempo a la docencia. Cuenta entre sus publicaciones con los poemarios Mantras para Bailar (2016) y Ex-Clavo (2018), Chicago Express (2019). También ha sido invitado a participar en publicaciones colegiadas, como la que rinde homenaje a Federico García Lorca, Poetas de Tierra y Luna. Homenaje a Federico García Lorca: Reedición de Poeta en Nueva York (2018). Ha participado en varias publicaciones colectivas de cuento, entre las que destaca el volumen Cuentos @ (2019), de Editorial Magma, Lenguas en Tránsito. Ha publicado poemas, ensayos, artículos y relatos en diferentes revistas de España y Estados Unidos. En la actualidad es delegado para EEUU de la revista de literatura especializada en Poesía Crátera, así como colaborador en distintos medios especializados dedicados a la literatura y a la docencia. En el año 2018 recibe el Premio Poesía en Abril, otorgado por la organización del Festival Internacional de Poesía de Chicago, donde vivió por varios años formando parte de la comunidad de escritores en español del Medio Oeste norteamericano. En la actualidad vive en Madrid, donde trabaja como asesor para el Ministerio de Educación y Formación Profesional.

martes, 12 de noviembre de 2013

De entre todos

De entre todos

De entre todos tuvo que llegar el tuyo.
De entre todos,
los recados, recuerdos y ecos,
tuvo el tuyo que ser el único
que sobreviviera al tiempo
y al encanto del engaño,
ese de pensar que algún día hubo un eco,
un recado o un recuerdo
al tuyo en esencia diferente.

Quebrado el cielo
abierto he visto en llama
el recuerdo apagado
sumergido
en arena de tiempo erosionado.

No cura nada el tiempo,
ni el tiempo ni,
de entre todos,
tampoco tu naufragio.
De entre todos tuvo que llegar el tuyo.
De entre todos,
los sueños, los pecados,
los anhelos retocados...
tuvo el tuyo que ser él
el único
que antes de pecar
se hallaba perdonado.

jueves, 6 de junio de 2013

Para quien navega sin brújula.

Me gusta la idea del mar como obsesión. Me ayuda a enfrentarme a mis miedos y a mis mayores valentías, porque a ésas también hay que enfrentarse. Piénsalo con detenimiento. La mayor parte del globo está cubierta de aguas marinas. Los mayores desafíos afrontados por el hombre han sido los relacionados con atravesar mares, ya fueran de agua salada, hielo, arena u obscuridad.
El mar te acoge, abraza, abriga, acepta, absorbe, roba y da la vida.
El mar me sirve como obsesión en mi obsesión de explicar y narrar el mundo.
En el mar se dan las escenas de mayor valentía, las de mayor egoísmo y crueldad, las más reconocidas y buscadas, temidas, odiadas e ignoradas.
Hoy, en todos estos mares, me apetece hablar de héroes, heroínas y recuerdos que espero no se diluyan en el agua como la sal arrancada de la roca. Esa sal que nos recuerda que existe por su sabor, su olor y por el cerco que deja en la piel al evaporarse el agua que nos bañó.
Mi primera gota de agua en el mar, mi primera marea, Andrew McAuley, un bello loco australiano, como todos los australianos que conozco, que decidió entre 2006 y 2007 atravesar a pala y valor ese Mar de Tasmania que conozco bien por haberlo navegado entre miedos y escalofríos en 2010. La diferencias entre su viaje y el mío son grandes. Él en kayak, yo en un barco gigantesco que en mitad de las tormentas parecía una cáscara de nuez a punto de caer por las Cataratas del Niágara. Andrew decidió ser el primero en la proeza. No por ser el primero. No por desear navegar cien días SOLO, sino porque el reto, como para Hillary, estaba allí. Otro detalle importante es que Andrew murió a menos de un día de su destino, probablemente a menos de veinte millas de la costa de Nueva Zelanda. Su cuerpo nunca se recuperó. Nunca le conoceré. Qué ganas de haberle conocido y de haber sido su amigo.
Mi segunda gota de agua, Paco Flores, se enfrenta cada día desde hace años a una tormenta bipolar en uno de los entornos más degradados de los suburbios que Madrid esconde en los pliegues de su deseado sexo. Junto a las enormes Cuatro Torres de la Castellana, la pobreza y la podredumbre se mezclan con las sombras que proyectan las corporaciones y personas que somos y admiramos las Cuatro Torres. Paco tiene un padre toxicómano, también gitano, como él. Adicto a la tristeza y a uno de esos polvos blancos que quedan tan bien en los cortes de las mesas de cristal de algunos banqueros que nunca irán a la cárcel. No sé exactamente de cuál se trata, ni es importante.
Paco navega a uña y tesón contra viento y tormenta de rayos. No se ve el fin de la ola. Yo atravieso ese mar desde hace tiempo, en un plácido submarino desde el que se sienten las corrientes de vez en cuando, en el que uno puede aterrarse aferrado a sus torpedos armados de explosivo "pseudomoral", esquivando las cargas de profundidad que lanzan los que ahora mandan. Paco y yo hicimos de actores en una película que estrenaron hace poco en el Museo Reina Sofía. Yo no fui porque en las visiones previas Paco, que es muy inteligente, como todos los supervivientes, me dijo: "Álvaro, se te nota la impostura". Claro, soy un cobarde. No fui por evitar el ridículo. Él tampoco pudo ir a esa proyección. Estaba sacando de la tormenta blanca los treinta kilos de su padre, con el entendimiento perdido de un yonki que se hunde en un coche desguazado en Valdemingómez. Otra gran diferencia entre su travesía y la mía. Él se lanzó al mar a salvar lo que queda de su padre. Yo, en mar plácida, por la idea de que una vez vi un tiburón en un documental, me salvé a mí mismo de mi vergüenza española.
Mi tercera gota de agua, Frella Hoffmeister, la reina de la belleza alemana, exgimnasta y valiente. Concluyó la vuelta completa en solitario en kayak a Australia. Esto no lo he hecho ni creo que pueda hacerlo, simplemente porque si voy a Australia no tengo intención de atravesar los trece mil kilómetros infestados de medusas, cocodrilos y tiburones que ella consiguió concluir utilizando para ello veintiocho días menos que el único hombre que hasta entonces lo había conseguido. Un neozelandés loco y bello, como Andrew, llamado Paul Caffin, quien tardó casi un año en hacer lo mismo. Qué locura. Qué valiente. Qué ignorada. Ella no necesita reconocimiento. Fue en 2009. Yo me enfrento al mar de las letras y las palabras y cada una de las paladas va impregnada del anhelo de querer permanecer, de querer inspirar, de querer ser reconocida como la única, la mejor palada de cuantas se podrían haber dado en el eterno mar que es la literatura.
Mi cuarta gota de agua, Ana Cruz. Se ve en la tormenta perfecta a ratos. A ratos en el Mar de los Sargazos. Es otra heroína. Le tocó tomar el timón de una nave en la que van varios navegando, tripulantes, polizones, viajeros mochileros y alguna rata que por mucho que el barco parezca que va a hundirse, no, decididamente no saltan por la borda. Es timonel y capitana que decide llorar en mitad de la tormenta con una sonrisa en la cara y unos ojos que iluminan en la oscuridad. Y lo hace en ese momento no porque sea el más duro, sino porque es en el que menos se nota. Decidió elegir llorar por las esquinas de un mundo que se navega siempre en redondo, sin puntas ni ángulos. Pocas veces se entretiene en una esquina, salvo si es un escollo que sortea con lo que a Paco, a Andrew, a Frella y a Paul les sobra. Ana, además, saca de vez en cuando, entre palada y palada, entre giro de timón y giro de timón, un candil muy sutil, que emite una luz bella, tenue, impresionantemente necesaria para muchas personas que navegan en soledad por aguas en mitad de la oscuridad. Es como un faro que marca el camino entre las rocas y te recuerda cómo son los hombres antes de embarcarse y cómo son paridos por mujeres que nunca necesitaron embarcarse para huir de sus responsabilidades como gente que siente, ama y vive el instante. Se fija en la luna, las estrellas. Ana habla con el Sol. Lo ama y saluda casi cada día. Le gusta el olor del mar que llega casi en todo momento al Gavá. Se orienta cuando la desorientación es un manto negro y frío que lo cubre todo. Ana se deja fluir, que no ir, en el instante. Aprende a conocerse. Aprende a atreverse. Hay diferencias... Yo aprendo a navegar alejándome de la negrura, con una brújula en cada mano y tratando de acercarme a alguien que se le parece, que sabe tomar la vida por el timón adecuado, sin importar el rumbo. Porque, aunque la gente valiente sabe dónde quiere llegar, mejor conoce el punto en el que se encuentra.  El rumbo no es tan importante como saber enfrentarse a la incertidumbre y a la tormenta. Yo con ello no sé poder. Para mí una ráfaga es eterna.
Mi quinta gota de agua, Antonio de la Rosa, literalmente navegante y aventurero. Sonrisa eterna, ojos profundos y claros, cristalinos, como el mar de Menorca. Del mismo mar que ahora atraviesa Paco se dedicó a atravesar los mares que Paul, Andrew o Frella ya han atravesado. Él, con su kayak, ya ha cruzado algún mar de agua salada. Con su tesón también ha atravesado mares de tierra helada, hielo y nieve, en la Siberia del helado lago Baikal. Es lo que nos queda de Scott. Es un empeño constante en la aventura, en el desafío, en el reto. Sin demasiadas pegatinas simplemente piensa "un pasito más... una palada más". Y sabe dormir, sabe comer, sabe defender su casa y sus sueños. En la tormenta encuentra el mar plácido del único argonauta que, pase lo que pase, sabe que regresará a casa con la experiencia y con el éxito. Ojalá alguien fuera tan valiente como él como para financiar su próxima empresa, atravesar en solitario, en kayak, el Atlántico. A este sí que le conozco, sí que le he dado de comer, sí que ha compartido su comida conmigo. Es tan normal el héroe que no necesita de artificios y no te recuerda que lo es. Yo, como con la literatura, estoy tan orgulloso de haber saltado un charco que lo proclamo a los cuatro vientos como cuando el padre primerizo se desgañita gritando "¡Es niño y se llamará Teo!" para que todo el mundo sepa del hecho como si de una hazaña se tratara. Hay muchas diferencias entre cómo él afronta sus mares y yo los míos.
Gota a gota se va haciendo el mar en su inmensidad. Cinco gotas entre gotas. Cinco gotas distintas como gotas de agua. Cinco gotas que parece que mojan más que las demás, que tienen más sal de vida que las demás, que permanecerán más que las demás en ese modo de amar la vida que, para mí, es narrarla.



viernes, 31 de mayo de 2013

De la sombra al olvido

Te echo de menos,
a veces,
entre las sombras.
Cada vez menos...
Menos momentos
porque
hay menos sombras.
Cada vez menos...
Pero cuando llega uno y uno de esos
brazos negros me abraza,
simplemente una traza de hielo me atraviesa el estómago.
Y siento que sólo tu piel podría iluminar eso que me hace ciego.
Ciego y mudo.
Ciego desde la última vez que mis ojos vieron tu voz,
dibujada en los colores de tus actos.
Mudo
cuando el grito sordo se prolonga
hasta que, agotado,
se me duerme el miedo.
Y entonces pasa todo y vuelve la luz...
y no querría nunca que llegara la negrura de tu ausencia
a atravesarme fría en hielo el puñal en el estómago.
Cada vez menos...
Menos momentos
porque
hay menos sombras.
Y es en la sombra donde apoya fuerte el pie su impulso
del olvido.

viernes, 17 de mayo de 2013

Posar mi piel

Posar mi piel

Posar mi piel en tu piel es desembarcar en la vida.
No sangrar, no nacer… no, siquiera enfrentarse a la muerte.
Es el sagrado descanso que mi alma encuentra tumbada en tu piel, arropada por la mía.
Porque huye, sale de mí, mi atormentada. Y entonces siento la paz.
No sé si se queda atrapada o simplemente se acoge.
Sí sé que me deja sentir la vida con sosiego.
Puede ser que mi ser comience a vivir, libre de mi alma turbada.
Es entonces más que nacer.
Es una consciente aventura a la que un corazón maduro llora por enfrentarse.
El desafío.
Posar mi piel en tu piel es desembarcar en la vida.
No necesito buscar más. Es el reto.
Dominar la que seguro es tu alma atormentada, como la mía,
y prestarle a tu piel ese pedazo de piel en la que puedas,
desde el reposo de tus turbulentos veintiún gramos,
desembarcar en tu vida.
Mano sobre mano, vientre sobre vientre…
mi muslo en tu brazo,
tu cara en mi pecho,
tu sien en mi espalda…
es igual el punto de la abrupta costa en el que lo hagamos.
A pesar de las tormentas,
posar mi piel en tu piel es desembarcar en la vida.
Cualquier otra cosa es vivir anclado al saber que llegará la muerte.
(…)
Atravieso el mar a vida y viento, da lo mismo en contra que a favor.
Navego como todos, a contravida.
La vida se le hace difícil al amante que duda.
No es menos complicado,
que enhebrar la vida en el ojo que es la de muerte,
rezarle a un dios que mata el tiempo con soplidos de ajenas esperanzas,
vagos recuerdos de lo que nunca ocurre.
Comprende, mi verde cadena, que eres frágil ante la inmensidad del abordaje de un beso.
No es menos difícil,
 que saber reconocer la sangre mortal del amor en la pasión,
soltar la mano del hijo dirigido al mundo desmembrado.
Inconformista siempre.
De instantes incoherentes y libres.
Sumiso en la tumba y de espíritu libre.
Quien no te quiera enteramente que no te tenga.
Incoherentes instantes amortajados de lógica.
Posar mi piel en tu piel es desembarcar en la vida.

(Álvaro Hernando, de Poemario Primero) 

martes, 2 de abril de 2013

Words

Un vistazo a la parte oculta de la palabra

I´m sank in the mist of your thirst,
thirsty of illuminated words.
Words sank - dropped,
powder,
empty promises…
… that decorate our
life sad-tree.
Poor dry roots,
looking for coloured clouds.
Words. Texto por Álvaro Hernando, imagen por Pak Muñoz____________


Poema Words, sobre imagen de Pak



Fotografía de Pak Muñoz, en diálogo con el poema Words


lunes, 18 de marzo de 2013

Una "quita" chipriota.



Yo no entiendo demasiado de eso que llaman "leyes y equilibrios de los sistemas financieros". Yo no conozco demasiado de casi nada en realidad, lo cual no es bueno. Pero me encanta observar, aprender, comprender... Quizá peco de aplicar en exceso el sentido común, lo cual no es bueno. 

Pero es que en la otra mano está el no conocer absolutamente nada de casi todo, lo cual es malo. Aún queda sitio en esa mano para no aplicar nunca el sentido común, lo cual, como ya imaginarán, para mí también es malo.

Así que así vamos, como en todo, dando un paso en lo que no es bueno y tratando de evitar lo que uno sabe que es malo.

Por ejemplo, tener que tener el dinero en un banco no es bueno. Depender de las instituciones financieras para poder gestionar cualquier asunto es malo. Que un banco se quede con un poquito de dinero, justificándose en el cobro de comisiones, más bien injustas, no es bueno. Que el mismo banco te expolie la cuenta es malo.

Miren si no a los vecinos chipriotas. 

Resulta que ahora, para poder hacer casi cualquier gestión, has de depender de tener cuenta bancaria. No te vale con guardar dinero en un calcetín debajo del colchón. Para cualquier cosita, cualquier pequeño negocio, para incluso cobrar tu sueldo, has de poseer un nicho en el cementerio que es la banca. Y digo nicho y no cuenta bancaria, que dinero que entra, dinero que merma en salud y comienza peregrinaje a la extinción. Ahí se queda. Debe de haber un osario para tanto cadáver monetario. No, no estoy haciendo metáfora. Es que he oído que el sistema financiero tiene una sólida estructura y que si no la protegemos puede acabar por morir. Eso debe de ser el esqueleto, ¿no? Pues digo yo, que para tanto esqueleto alguien habrá preparado un osario.

Bueno, a lo que iba, que me pierdo en la mística del dinero.

Resulta que los chipriotas han dependido como nosotros dependemos de las instituciones financieras para hacer su compra diaria, cobrar sus nóminas o gestionar sus ahorros. Como a nosotros, los dineros que han ido dejando en los bancos, en su mayoría dineros anémicos y débiles, han ido viendo deteriorada su salud. Ya sé, ya sé. Me dirán ustedes que no todos los dineros están mal de salud. Que unos dineros envejecen mejor que otros, como los dineros rusos en los bancos de Chipre. Pero bueno, que yo a lo que me refiero es a que todos los chipriotas han engordado la maquinaria financiera de su país. Todos han aportado.

El panorama se ha complicado hasta el punto de que el sistema financiero chipriota ha caído. Ha caído por mala gestión. Es curioso. Hablamos de sistema financiero bancario "chipriota" cuando los tentáculos de las empresas que gestionan allí la banca se extienden mucho más allá de aquellas fronteras. Son empresas transnacionales. La deuda de los bancos que operan en Chipre es grande. Tan grande que alguien ha decidido que esas deudas las paguen entre todos los chipriotas. Al menos que paguen los chipriotas ahorradores. Parece ser que, por el momento, a todo chipriota hijo de vecino con dinero en un banco le llegará una amputación del 6,5 % de sus ahorros, eso en caso de ser un pringao como yo. A los que tengan más de 100.000 euros ahorrados en estos bancos, les soplarán un 10 %.

Claro, esto ha generado indignación, protestas y perplejidad entre la gente (que no violencia por parte de los ciudadanos). Como la vergüenza debe ser muy grande entre los políticos comprados (cosa que no es buena) y entre los políticos vendidos (cosa que es mala), ésos han pensado que igual cambian los sablazos, dejándolos en un 2 % para los pardillos y un 15 % para los que tienen más de 500.000 eurillos en la banca chipriota. Bueno, lo han hecho, digo yo, por vergüenza y porque Putin quiere cazar a todos los que han evadido capitales de Rusia llevándoselos a Chipre.

A cambio de una lista de nombres y apellidos de este ganado eslavo, Rusia ayudará económicamente a Chipre. Claro, los políticos comprados, los vendidos, y los peleles en general, habrán pensado que es mejor repartir la carga entre los que son menos ricos que Putin y sus conciudadanos.

Van a ser hijos adoptivos de la nueva Rusia del padre adoptivo Putin.

El caso es que yo quería comentar algo más relacionado con la dialéctica técnica de la cuestión. Yo, sinceramente, de Chipre sé poco, cosa que no es buena. Ahora estoy aprendiendo un montón, cosa que, por los motivos, es mala.

Sé, por ejemplo, que el gobierno les ha explicado que, para evitar que se muera el animal financiero que es la banca y que les cuida y protege, hay que hacer una "quita" de los ahorros de todos los chipriotas, para alimentar a la pobre bestia. Yo no sabía lo que era una "quita". Por lo visto es una retención que los acreedores hacen sobre determinados capitales, cuando éstos son de un moroso que, además de deber dinero, es una banca o entidad financiera. Vamos, que consiste en cogerle un dinerillo a la banca para garantizar que sus acreedores cobran. Una "quita" es una forma, según parece, de recuperar parte de un dinero que se le debe a un acreedor. Digamos que un banco debe dinero a otros bancos. Pues se calcula cuánto puede llegar a pagar el banco deudor, se recalcula y renegocia la deuda y, sin más, se le quita un cacho bien gordo de pastel, compensando así la deuda original. No es un plazo. Es una quita. A partir de aquí, los acreedores callan y la vida sigue.

Uno podría pensar. "¡Uf! Qué suerte han tenido los chipriotas. Con una quita se acabó el problema." 

Error. Sarcasmo político. 

Los chipriotas ahorradores no son bancos. Son personas que se han visto obligadas, como tú y yo, a ser clientes de entidades financieras en las que acabas guardando todos tus ahorros. Ahorros que son tuyos, no propios de las entidades financieras.

No es una quita, es un expolio. 

Yo creo que es un proceso experimental. Viendo como la cosa va colando en España (que si preferentes, que si recapitalización de Bankia, que si la abuela tose...) han decidido dar un paso más allá. Están probando. Las empresas financieras transnacionales quieren mover su dinero, incrementar sus beneficios, para lo que aprietan hasta extenuar algunas de las tetas que vienen ordeñando desde hace tiempo. Como la vaca ya no da leche... tratan de ordeñar la teta ajena. Si cuela... cuela.

Esto es más de lo mismo.

Un negocio privado, tiránico, basado en la "ley de oferta y demanda" y en aquello de obtener más tajada porque "asumen más riesgo", que quiebra. El riesgo les salió rana. El negocio, que nunca repartió beneficios con los ciudadanos a los que ordeñaba, ahora les reparte las deudas. Con la connivencia de los gobernantes, quienes comprados, vendidos o memos, no son nada buenos. Las deudas privadas son pagadas con dinero público. Las deudas son asumidas por los estados y son pagadas por sus ciudadanos con sus capitales, sus ahorros. Los tuyos y los míos, porque aquí está ocurriendo lo mismo. Cuando la vaca dejó de dar leche decidieron cortarle una pata para zampársela.

La gente piensa que esto es cosa de una pequeña tierra llamada Chipre y que aquí la cosa va mejor.

¿De veras?

Yo creo que va igual, o peor. La cosa es que a nosotros nos expolian antes de meter el dinero en el banco, con bajadas de sueldo brutales y pérdida de beneficios sociales y económicos. Ellos lo llaman ahorro. Lo que se ahorran es robarnos el dinero antes de que llegue al banco.

En Chipre igual roban un poquito a sus ciudadanos y un poquito más a los acaudalados y anónimos rusos que guardan allí sus fortunas.

Aquí nos convierten los servicios públicos en privados, para conseguir que nuestros impuestos directos paguen sus deudas y, además, que los servicios que utilicemos sacien su codicia y deseo de enriquecimiento a través de impuestos indirectos (eso que llaman IVA, o subidas en los transportes, bienes de primera necesidad y demás).  

Cada vez que se privatiza un servicio convirtiéndolo en “mercado”, con excusas como que no es sostenible, que quebrará y demás, lo que se está haciendo en repartir las pérdidas privadas en facturas que tú y yo pagamos, como los chipriotas. Al menos allí hay fortunas rusas escondidas. Aquí las fortunas son las que algunos políticos han hecho y que se han apañado maravillosamente en sacarlas a otros lugares, alejados de nuestros recortes y de los de Chipre.

Los que dicen que el sistema capitalista es así, son ignorantes o cínicos. El sistema capitalista contempla la posibilidad de quiebra. Que quiebre la banca. Que miles se queden sin trabajo, lo cual es malo, para evitar que sigan sin trabajo ni oportunidades seis millones de personas en España, lo cual es dramático y una vergüenza.

Que quiebre el sistema financiero, lo cual es malo, para evitar la quiebra democrática, lo cual es la esclavitud.

Miremos a Chipre sin perdernos de vista.

Miremos también a Islandia, eso sí que sería realmente bueno.

Las cosas se han ido complicando en Europa de una manera rápida y dramática.

¿Crisis? ¿Qué crisis? Esto es una estafa. Eso, o igual es una quita chipriota.

martes, 19 de febrero de 2013

Hace tanto tiempo que no importa

Hace tanto tiempo ya que no importa.
Un día como hoy, hace tanto tiempo ya que no importa, nació mi tio Álvaro. Cómo quería a ese hombre. Ejemplo de honorabilidad, honestidad y trabajo. Juez de paz y persona en la que confiar.
Un día como hoy hace una semana murió su hermano pequeño, Teo.
Los dos están muertos. Los dos viven en mí. Querría ser como ellos, pero no cuando las cosas sean fáciles. Ahí deseo ser como soy. Cuando las cosas se pongan difíciles querría ser como mi tío Álvaro y como Teo, mi padre.
Espero que en vuestra mesa no falten nunca el cordero y el vino. Sé que no faltará el amor y la risa.
Hasta pronto.

lunes, 4 de febrero de 2013

Yo no sé si denuncio o dudo.

Lo que está ocurriendo durante los últimos diez años en mi país, y creo que puede que sea ya por más de diez años, me avergüenza, asusta y violenta.
He visto muchos chicos y chicas de 15 y 16 años encerrados, por delitos más o menos graves, que de todo había. Muchos de ellos compartían no el delito o la condena (medida judicial lo llaman), sino algo más grabado en el alma: la impunidad. Todos parecían abanderados con la soberbia y la inconsciencia de la impunidad. De que aquello no era un castigo por un delito. Su encierro era un impás. No eran todos. ¿Mi trabajo? Conseguir que su conciencia funcionara como la de la mayoría de las personas de bien. No se trata de aplicar un castigo, una condena o una ley. Se trata de la capacidad de ponerte en lugar de tu víctima, compensar su sufrimiento y no volver a olvidar que tu víctima también tiene una madre, o cualquier otra persona que le quiere como alguien te quiere a ti, delincuente, y sufre también por quien tú has atacado.
Es un trabajo que se me da bien. Porque creo en él. Creía en él, al menos, hasta hace un par de años. Ahora estoy en un período de reflexión, de espera.
Durante estos años mi contacto con la ley me ha llevado inevitablemente a tener que estudiarla.
Por eso estoy confuso. Estoy tan confuso...
Estoy seguro de que sabéis a qué me refiero. A este baile de corrupción, condenas, perjurios, indultos, prevaricaciones y prescripciones.
Hace poco fui consciente de lo ridículo que es en sí un indulto. Un indulto consiste en aplicar no ya un privilegio, si no en borrar una aplicación firme de leyes y procedimientos encausatorios cerrados con resultado de condena de culpabilidad. Un privilegio es eso que otorgaba el cabecilla o abusón de la tribu, el jefe que ostentaba la fuerza, a aquellos que le venía en gana. Ésos, los privilegiados, no tenían que cumplir entonces con la misma ley que el resto de mindundis. El mandamás les colocaba por encima de la ley.
Qué injusto.
En democracia se pretende que no haya privilegios de unos sobre otros por motivo de cuna o cuestión de discreto o indiscreto enchufe. En todo caso, privilegios, si los hay, que sean por meritocracia. Pero ya se sabe: "Poderoso caballero es don Dinero" y "Ande yo caliente y ríase la gente". Dos máximas que se enraizan en lo más profundo de la naturaleza hispana y, rascando un poco, imperialista y neoliberal. En lo que es el capitaismo, vamos. Digamos que el capitalismo está un poco peleado contradictoria e irónicamente con la meritocracia. Ese es otro tema, pero aunque no voy a entrar en él ahora mismo, sí me gustaría que no lo perdieran de vista. El capitalismo no es bueno o malo en sí. Tampoco lo es el comunismo. Son maneras de organizarse en las que caben por igual las ideas de mérito, ley, justicia y ética.
Pero a mí me ha tocado crecer, crecerme, sobrevivir e incluso sobrevivirme en un sistema neocon, liberal capitalista hasta el más indecente y cínico sadismo. Es lo que hay.
Es un sistema con un escaparate al que todos podemos acercar la nariz. Esa es su característica principal. Todos podemos arrimar el hocico hasta el mismísimo vidrio. Cuida mucho las presentaciones. Los palurdos miramos todos desde la misma cercanía aquello que luce límpido y puro entre el cristal y las cortinas del fondo. Ahí unos decimos: "¡Vaya mentira!" y otros proclaman o nos contestan: "¡Qué maravilla!". Estamos tan pasmados con los maniquíes y los brillantes productos o las suculentas comidas que rara vez nos fijamos en esas cortinas del fondo. Es el fondo del escaparate. Ahí puede que la realidad sea todavía más maravillosa, o puede que sea todo tan sencillo como a este lado del cristal, solo que nadie del otro lado de la cortina tiene la necesidad de pegar a ella la napia, porque ya sabe lo que se ha de encontrar. Normal.
De entre los que ponemos la nariz cada vez somos más los que no soportamos el engaño, la imposición ni el hedor. Cada vez nos vemos más reprimidos con un conjunto de leyes que parece que solo hemos de cumplir unos pocos. Si tuviéramos que movernos en eso que los filósofos llaman categorías, tendríamos que asumir que ya no hay correlación entre ética, norma, ley y justicia.
Este tema tampoco es el centro de mi escrito, perdónenme, pero tampoco quiero que lo pierdan de vista.
Al meollo, que ya toca. No sé si se han fijado de lo perverso de este sistema según está montado.
Entre los muchos delitos tipificados por la ley, está el conocido como prevaricación. Esto viene a ser algo así como el delito que comete alguien con poder y responsabilidad sobre otros, al cometer un acto o tomar una decisión a sabiendas de que es injusto o ilegal. La prevaricación es la figura que viene a señalar más directamente al abusón.
La prevaricación viene a ser a la administración lo que el abusón al patio del colegio.
Está tipificado como delito y contemplado así en los diferentes códigos y procedimientos legales.
La perversión está ahí, al relacionar esto que llamamos privilegio con aquello que llaman indulto.
El indulto es la capacidad de excarcelar o eximir, modificar o eliminar la pena impuesta por un tribunal a través de una sentencia de culpabilidad a cualquier condenado.
Vamos, que no sólo cada vez hay más diferencias a la hora de verse sometido a unas u otras leyes: privilegios para unos y persecución para otros. Además nos encontramos con que cuando la cosa es muy flagrante o muy mundana, determinadas personas, súbditos, se entiende, como nosotros, son excarcelados o ni siquiera llegan a ingresar en prisión porque este gobierno, o el anterior, les concede un indulto. ¿Saben cuántos países democráticos tiene articulada la vía del indulto y en qué situación se aplica dicha vía? Piensen mal. En España la cosa es de órdago.
Eso sí, en ninguno de esos países existe la figura de la prevaricación así, tan claramente contradictoria al otorgamiento de un indulto opuesta.
¿Qué quiero decir? Que es una contradicción moral como pocas se puedan ver. Un torpedo en la línea de flotación de la transparencia y la ética en la administración de justicia. En este país, un condenado en firme, con todas las posibilidades de recurrir sentencias y solicitudes de amparo posibles perdidas, se puede encontrar con que, en contra de la opinión de jueces, jurados, contraviniendo las sentencias y las leyes en las que se amparan, puede librarse de condena por aplicación de un indulto gubernamental. Indulto que es la definición más sangrante de decisión tomada a sabiendas de que es injusta, contra un culpable de delito, contra un condenado.
Con un indulto no sé si se comete o no un delito de prevaricación por parte de quien lo otorga, pero no me deja de parecer irónico. Cuando veo cómo se libran unos de la cárcel y otros son apaleados en las plazas con amparo de los mismos gobernantes me parece estar presenciando un sarcasmo de esos que hacen que el ejecutor mastique sal. O al menos, que decía Dante: "Y sucedió que, aunque mi vista fuese algo confusa, y encogido el ánimo, no pudieron huir, tan a escondidas que no les viese bien (...)". Se les ve, más que venir, irse.
Pero bueno, el hecho de no saber, en mi confusión, si estos indultos son delito de prevaricación, no significa que deje de haber sido un crimen lo que un criminal hizo. Tampoco deja de ser delito lo que el delincuente cometió y por lo que fué en buena ley condenado.
El crimen y el delito no desaparecen por el indulto. Desaparece, para nuestra hoy vergüenza, la condena. No son indultos por consideración humanitaria o por consideración realmente excepcional. Son como las bulas papales que hace siglos los abuelos de estos podían permitirse pagarle a Roma.
Más privilegios pero en torcida y perversa presentación. Todo cocidico tras la cortina.
Este gobierno, tan corrupto como el sistema, permite que se manejen dentro de la impunidad los súbditos que a dedo o por razón de cuna o cuenta bancaria se tenga a bien elegir.
Ahora es por lo que espero que comprendan por qué me replanteo mi futuro profesional. A los chicos y chicas de 15 y 16 años, a esos que llaman menores infractores, les da por sentirse todopoderosos bajo un paraguas de impunidad que sólo desarma el cultivo de la conciencia.
De la impunidad les da por sentirse inmunes.
Como a estos señores corruptos y a estas señoras perversas. Todos estos que quieren ser reyes en lugar del rey, califas en lugar del califa y ricos, muchos más ricos de lo que son. Desde su codicia se saben impunes por la perversión del sistema que alimentan y nos venden como nuestra propia salvación. Son los que nos presentan lo mejor de lo mejor en el escaparate, ante el que somos todos iguales para espachurrar la nariz.
Pero que no se confundan. Ni ésto, mayores y experimentados, ni aquéllos, adolescentes revenidos. La impunidad es cosa de tener estómago y aprovecharse de privilegios, pero no otorga la inmunidad.
La inmunidad depende de un porcentaje de azar y de ira tan elevado que ningún tirano lo ha podido controlar, por mucho que sus perros de presa apretaran las mandíbulas en las plazas de los pueblos o ciudades.
Que se lo digan a Viriato, a Corocota o a tantos otros desgraciados que antes de morir asesinados o de hambre se llevaron muchos cuellos por delante.
Lástima que no nos queden colonias que perder allende los mares. Lástima de gran derrota que nos permita barrer la casa. Regeneración, ya es tarde.


sábado, 26 de enero de 2013

Orden y castigo...

Dice una amiga, escribe una amiga (ella sí que escribe bien, tan bien que parece que te lo dice a ti y a nadie más), que a los hombres nos puede el macho que llevamos dentro y no contamos nada o casi nada de lo que realmente aturde nuestro ánimo. Yo debo ser la excepción con excepciones que confirma la regla.
Siempre he necesitado volcar lo que llevo dentro, casi como ritual de limpieza de alma. No es el alma lo que limpio, claro, quizá sea un poco exagerado. Más bien es como lanzar por la ventana unos calcetines sucios que no son tuyos y huelen que apestan. Tan mal que atufan toda tu desordenada casa. De mis desórdenes me ocupo yo. Son los que adornan mi casa y mi vida. Pero de los tufos ajenos... para eso debo ser muy mujer, porque tengo la necesidad de endosarle los calcetines a su legítimo dueño. Que cargue él o ella con su legítimo aura de hedor y hongo.
No debo ser el único que haga así limpieza, porque últimamene la gente me endosa cada calcetín sudado... Y mira que trato de que se me note que no uso esa estrategia, que me ocupo de mis asuntos sin salpicar, que respeto los asuntos de lo demás sin entrometerme. Pero no. No hay manera. Siempre aparece alguien que te conoce mejor que tú, o eso piensa, y te perdona la vida con su presencia, luciendo un aura atufado de calcetines sucios propios y ajenos que ya alarma y predispone a abrir las ventanas para que corra el aire. ¡Con el frío que hace!
Supongo que todos somos así en algún momento de nuestras vidas. Supongo que algunos momentos de dejadez han hecho para los que más cerca tenemos que el ambiente esté enrarecido por lo que hemos dejado que creciera entre los dedos de los pies. Ahora me doy cuenta de que deberia agradecerle a un par de personas esa paciencia que han tenido con la poca higiene espiritual que han tenido que soportarme en alguna que otra situación. Pero... quién no se ha dejado llevar en algún momento por lo triste o lo oscuro.
Claro, también me doy cuenta de que de vez en cuando aparece algún espabilado o despistado (léase hombre o mujer) que no tiene pituitaria o lavadora. Incluso puede que ninguna de las dos cosas.
No solo te vienen con los ya famosos calcetines apestados, propios o de algún inquilino afectivo, si no que te vienen con toda una maleta llena de historias reciclables. Se te acercan con la colada del pasado sin hacer. Con la maleta cerrada, eso sí, como si su derecho a la intimidad aislara por completo el efluvio que tienes que soportar cuando te toca compartir sala de tránsito.
Te entran ganas de decir:
- ¡Lávalo, coño!
Yo el desorden y el orden lo llevo genial. Es como aquello de vivir en naturaleza o cultura (no se me entiendala equivalencia de términos por el orden de los factores, que no tengo muy claro si lo absurdo es ordenado o desordenado). Yo el desorden lo veo bien, como quien ve un ejército perfectamente formado: Cuestión de decisiones que toman otros o que no se toman. Lo que llevo fatal es la suciedad.
Pero ese no es el tema, que me voy por las ramas de mi desorden.
El olor a tufo de los calcetines sudados, secados, vueltos a sudar y abandonados en casa ajena. Ese es el tema que nos ocupa. Bueno, ese y la poca capacidad que me estoy descubriendo para orear la sala de tránsito. No contaba yo con que en algunas modernas construcciones las maravillosas cristaleras no se pueden abrir. Y hay cosas que solo puede ventilar el aire fresco, no el artificial, ese que te aplican con calefactores o aires acondicionados. Ese aire solo entiende de orden, no de higiene.
Hace poco otro amigo, de estos que van con su buena docena de calcetines apestosos propios y ajenos, me decía que se me veía bien. Lo cierto es que hace tanto tiempo que no nos vemos que no sé cómo puede verme bien o mal, pero bueno, si él lo dice... yo aseguro que no se me quedó ningún calcetín resudado escondido bajo su alfombra. Me sentí halagado. ¡Un tío diciéndole a otro que se le ve bien! Y eso que se me va mi padre y, casi, mi hermana en estos días. Días, semanas, meses aciagos de hospitales, médicos, incertidumbres, lágrimas y dolor. Pero oye, si un tipo duro te dice que te ve bien, te sientes más alto, más ancho y más guapo. Que por la cara no se me note la patada en el culo que me pueda dar la vida, como decía aquél diplomático francés.
Caso diferente hubiera sido de habérmelo dicho una amiga. Ahí no me hubiera sentido ni más ancho, ni más alto, ni siquiera más guapo. Simplemente me hubiera sentido tremendamente incomprendido. Injústamente tratado. "Después de hacerte yo a ti la colada, guapetona, cómo no me notas por los ojos cuando me muero de pena. Y más cuando vienes con un aroma estercolado a pasado lleno de orgánicos en descomposición". Eso lo hubiera pensado, claro. Nunca dicho. Fruto de la frustración de sentirme incomprendido. Qué egoístas somos los hombres.
No es sólo que no nos mostremos tan verdaderos como dice mi amiga (la que escribe tan bien que parece que dice las cosas, y que te las dice al oído mientras tomas un té de vainilla). Lo peor es que esperamos que las mujeres sean siempre y por siempre mucho más comprensivas. Necesitamos que lo comprendan todo. Que nos comprendan hasta cuando decimos que todo va bien.
Cosas de la genética del egoísmo.
Bueno, a lo que iba, que ese tampoco es el tema, que es otra rama de otro desorden.
La cosa es que no sé qué hacer con el pestazo ajeno. Cada vez es más el número de burbujas malolientes que hacen atmósfera conjunta cerca de mí. Me está costando airearlo todo. Ya, no suena creíble, pero me callo. Me callo como el tipo que huele un pedo en el atestado ascensor y tiene ganas de cagarse en la puta madre de su dueño (del pedo, no del ascensor). Me callo incluso cuando lo que me apetece es gritar muy violentamente y a la cara de quien sea: "¡Puto pedorro! ¿Qué coño te crees que haces?"
Solo que en estos casos es peor. Porque no hay ascensor, sino que se trata de un pequeño espacio cerrado, muy difícil de ventilar, que se llama intimidad.
Claro, hay amigos, amigas... que empiezan a extrañarse de que me ponga a la defensiva en cuanto se acercan a mi ascensor. Con lo que cuesta que baje y, sobre todo, que suba. El pobre es un ascensor cascado y ruidoso, sin puertas de seguridad de doble hoja, en el que estoy acostumbrado a subir y bajar con gente como mi padre, mi perro, mi hermana o el hijo que nunca tuve por haberlo perdido antes de nacer. Es un lugar con demasiada tradición a fragancia delicada, como para no enfadarme cuando alguien me viene, no con su caos o su dolor, sino con su calcetín sudado y maloliente.
Eso sí, mientras me digan que me ven bien, seguirán siendo mis amigos o amigas. Eso significaría que su alma, su conciencia o su deseo necesitan verme feliz. Todo es cuestión de lo que de uno mismo se pone en la mirada. La interpretación no es más lo que vemos tanto como lo que queremos ver.
Ya sabéis lo que pasa cuando se mira un cuadro. Unos ven una obra de arte, otros ven una basura. Algunos evocan bellos poemas y otros se quedan en blanco. Algunos ven sus vacíos y otros, en cambio, los sueños que no sabrían expresar si no hubiera pintado alguien ese cuadro.
El sol calienta mi espalda. Me agrada.
El sol de invierno. Abraza con una delicadeza que nadie puede rechazar.
No hay nada como el sol de invierno.
Os dejo. Voy a pasear con mis perros, bajo el sol de invierno.

viernes, 4 de enero de 2013

Amor bajo encargo

Amor bajo encargo


Se ofrece poeta en cuerpo y alma.
Se escriben versos,
de amor, por encargo.
Económico y sentido,
de desamor, con recargo;
Se habla de amor con propiedad.
Se apropia de amor al escribir.
Siempre pago anticipado
y factura en lecho de muerte.
Se habla de valor por pronto pago.
Se omite el miedo y el leerlo en elipsis.
Necesitados de palabras
y dominados por la desesperación
con cita previa.
Todos atendidos con el mismo interés
de quien escribe para la eternidad
y no para el éxito.
Económico.

jueves, 3 de enero de 2013

Indulto

 


Desde muy pequeño recuerdo haber oído la palabra “indulto”. Es más, recuerdo haberla oído en su participio más histórico. Indultado. Se puede saber mucho del significado de una palabra leyendo en lo ojos de su lector. Para el hijo de alguien que ha sido torero era la palabra en que podías leer, en los ojos de su padre, respeto, justicia, redención, perdón y compensación. Y muchas otras cosas, que seguro hay que leer entre líneas, líneas del iris.
Respeto. Respeto, por alguien que ha sufrido los avatares de la vida, enfrentándose a ella con nobleza, sin eludir una confrontación que, en cualquier caso, es inevitable y va a tener como resultado un final, una derrota, una muerte segura.
Justicia. Justicia, para quien sin lugar a dudas y a ojos de todos los que observan, al margen de su propia intención, merece el reconocimiento de sus acciones. Son acciones admirables, valientes, nobles, duras y estoicas. Justicia para quien demuestra fuerza, quien se diferencia de lo que otros como él hicieron antes. Reconocimiento de que su rectitud en la arena ha de ser respetada.
Redención. Redención para el verdugo. Para el asesino y para el torturador. No hay brillo más intenso en los ojos de un torero que el que ilumina el lavado de tanta sangre de sus manos al estar presente en el perdón de un astado. Es mucho el peso de la sangre en las manos de quien también es capaz de amar y perdonar. Necesita redimirse a través del perdón para una bestia. Aunque sea una, y muy de vez en cuando.
Compensación. Compensación del dolor causado. Lo que peor se lleva es el sufrimiento del animal. Ese sufrimiento quedará enterrado a nuestros ojos en una apacible dehesa. Trauma por libertad. Dolor por descanso. Castigo por lujo. Se cambia todo el ropaje del condenado y se le cuida y mima hasta el fin de sus días. Que los días malos den paso a los buenos, los que harán que, cristianamente, todo el sufrimiento pasado tenga sentido y justificación.
Mi padre fue torero. Aborrezco el espectáculo, la tortura y la impostura cultural que supone.
Pero comprendo que no tuvo más remedio. Es, fue, un hombre de su tiempo. Esto significa que no supo, quiso, o no pudo tomar el timón de su vida y virar contra la corriente. No al menos hasta ser algo más mayor.
Yo siempre esperaba, por respeto a la humanidad, redención de mis cobardías, justicia como motor de rebelión y compensación de todo el sufrimiento infligido a quien ni lo merecía ni lo buscaba, esperaba, como cuento, el indulto. Indulto para otro. Para el toro. Para todos.
Recuerdo que había un señor muy poderoso, sentado en un sitio prominente, que otorgaba premios, castigos y perdones. Otorgaba el indulto, como autoridad máxima. El indulto siempre se presentaba como la salvación última e inesperada. No todos los que lo merecían eran indultados, pero todos los indultados lo merecían.
Ahora leo, veo, vivo rodeado de indultos.
La justicia de los hombres se hizo papel. Las justicias, las administradas por leyes, han sabido integrar en nuestra democracia el respeto, la justicia, la redención y la compensación.
Respeto. El respeto por el bien común, la felicidad, prosperidad y seguridad de todos.
Justicia. La justicia contenida en la coherencia y adecuación con las propias decisiones y acciones que cada ciudadano, en el uso de su libre albedrío, ejecuta afectando a aquellos con quienes convive.
Redención. La redención de quien cometió un error, terrible e irreversible o ligero y corregible. Redención de quien no ha dejado nunca de ser humano y alguien que puede y debe volver a integrarse en la comunidad sin suponer una amenaza. Sin ser un caso perdido. La capacidad de volver a ser alguien de provecho y con plenos derechos, con la cuenta pendiente a cero.
Compensación. La compensación a las víctimas. A todo tipo de víctimas. A las víctimas de los delincuentes y a las víctimas del sistema. A las víctimas que sufrieron la injusticia, la falta de respeto, el dolor, el castigo injusto.
Todo ello es lo que leo en la palabra “indulto”.
Pero lo que leería alguien en mis ojos, mientras leo esa palabra, es vergüenza, miedo, injustica, desamor, opresión. Indultan a personas que roban, que roban mucho. Indultan a personas que pegan, golpean, torturan, desde detrás de la barrera, escudados en el uniforme de policía. Indultan o ni siquiera juzgan, porque prescriben sus delitos, aunque sean públicos y notorios sus comportamientos públicos criminales.
Los jueces, en lugares nada prominentes, protestan porque desde el consejo de ministros se gestiona la justicia como quien perdona la vida de un toro en la arena.
Sin ningún rubor.
Me produce vergüenza.

martes, 1 de enero de 2013

La espera

Luz tamizada,
grises filtrados en poso 
quedan en los restos del olvido.
Bosque pequeño que adoro
resurgiendo entre columnas.
Luz que te lava, me hace, ser, limpio
en ti resonando cuando tengo tu tiempo.
Vacuo haz de luz dorada
que sustenta tus silencios,
en tu eco, no de vacío, de vida pleno.
Sí de escucharte, sí de sentirme ser a tu llegada,
henchido de fe el desafío.
En tu eco, no de vacío, de futuro pleno.
No doblegarnos nunca,
no ceder al retumbe de lo muerto.
Sí de vivirte, sí de olerme en tu regazo,
fruido el verbo en ti vivo.
Cuando pasen tus oscuros,
cuando tu luz regrese,
ver de esa dulce espera,
luz fresca y sentida.
Sí de tenerte, siembra, aferrarme a tus olores,
bruñido el hueso por polvo
y una hozada volando al golpe,
que también jabra la tierra.
Cuando acaben tus silencios,
cuando vuelva tu energía,
comprenderás que no buscaba tu palabra,
ni agotar tu vida.
Sólo quería oír y ver, juntos.
Cuando se acaben los días que nos encuentren
llenos de vida,
o vacíos de muerte.
Pero juntos.